El suelo que produce
nuestro alimento
es la clave para el futuro
En BioMio
Cuando entra el tractor arando la tierra para preparar la próxima siembra se destruye el equilibrio del suelo.
Se fractura la capa vegetal, el carbono se escapa del suelo y se convierte en dióxido de carbono contribuyendo al calentamiento global.
Cuando se siembran grandes monocultivos
se destruye la biodiversidad que atrae
los microorganismos que habitan bajo el suelo.
Cuando se fumiga con químicos desaparecen
los microorganismos, los hongos y las lombrices.
Nuestro alimento ahora
es nuestra destrucción.
La producción de su alimento
se convierte en una solución para el planeta
con Agricultura Regenerativa.
Sembramos una gran diversidad de plantas que secuestran dióxido de carbono del aire, atraen polinizadores, lombrices y microorganismos que procesan el carbono y lo guardan en el suelo.
No vuelve a entrar el tractor, no usamos el azadón, y así no liberamos el carbono que alimenta el suelo.
Sembramos de la manera menos intrusiva dejando que el suelo mantenga su propio equilibrio. La naturaleza lo sabe hacer mucho mejor que nosotros.
Abonamos con capas superficiales de abono orgánico y microorganismos que conservan la humedad de la tierra y la enriquecen lentamente desde la superficie, simulando el efecto enriquecedor de las hojas caídas en los suelos de un bosque.
Muchas hortalizas y hierbas producen compuestos bioquímicos que contribuyen al sabor, el desarrollo y el control de plagas de otras plantas cuando se siembran juntas.
Por ejemplo, cuando el cilantro florea, este atrae insectos beneficiosos que atacan a las plagas que afectan a las lechugas y a las zanahorias. Cuando se siembra el eneldo junto a los repollos y los brócolis este les ayuda a un mejor crecimiento y sabor. Cuando sembramos nos aseguramos de intercalar los cultivos y crear las mejores parejas, así aumentamos la biodiversidad y protegemos el cultivo de manera natural.
Gracias a las técnicas de agricultura regenerativa, la tierra de nuestras huertas no se degrada con el tiempo, se fortalece. Cada vez produce hortalizas más nutritivas y da más rendimiento.
Con nuestras hortalizas nos alimentamos mejor y el campesino tiene un cultivo rentable y sostenible. Con suelos que se enriquecen con el tiempo se reducen los costos variables, se crece la cosecha, se sana el planeta y se fortalece la economía.
El pasto kikuyo y el guinea son algunos de los que han invadido nuestro campo desde hace unas décadas. Se importaron por su facilidad de propagación y nuestra vegetación nativa es la que ha sufrido.
Para deshacerse de estas malezas de raíces fuertes y muy profundas, muchos utilizan herbicidas químicos muy tóxicos para poder cultivar. Y el que termina pagando el precio es el suelo.
El cartón bloquea los rayos del sol atrofiando el crecimiento de la maleza. Sus raíces se descomponen en la oscuridad del suelo transformándose en materia orgánica.
El abono orgánico sobre el cartón se convierte en el sustrato de las hortalizas que crecen con sus minerales y nutrientes. Mientras el cartón se va descomponiendo el abono enriquece el suelo con pura materia orgánica.
La champiñonaza es el sustrato que queda después de la cosecha del champiñón. Es un abono de alta calidad, con alto contenido proteínico que ayuda a conservar muy bien la humedad de los suelos y va fertilizando la tierra de manera gradual.
Sembramos plántulas orgánicas de la más alta calidad. La biodiversidad de nuestros cultivos es un habitat rico para los polinizadores como las abejas y fortalece la riqueza de los suelos.